29 de septiembre de 2016

Metamorfosis







Ese fino zumbido, por todos lados y que no llego a ubicar, pues parece que la habitación entera emitiera un silbido de alerta, quizá de auxilio ante mi marcha, como si no quisiera volver a quedarse sola consigo misma.
Cuando se calla, vuelve cobarde y bravucón el silencio. Ese que no deja ni escuchar los propios pensamientos porque arrasa con todo, ocupa hasta los más pequeños resquicios de la pared, de los marcos de puertas y ventanas, de la tapicería y las mantas que aún cubren los muebles. Es un silencio espeso que huele a cal húmeda y telaraña, a suelo triste y techo olvidado.

Hace horas que la tarde se viste como noche cerrada, apenas un puñado de días de otoño y ya parece que se acerca el invierno.  La luz se cansa y huye rápida dejando estelas de colores rojizos y lilas que se lleva el viento sin preguntar y sin explicar hacia dónde.
Esa luz dorada barniza las altas copas de álamos y alcornoques, de encimas y nogales junto a la carretera, imitando a las hojas que ya van dejando escapar la vida, con pereza pero sin pausa. El desfile de verdes es infinito, una marcha andante que ya no tiene presente.

Y yo, me resisto a cerrar los ojos, porque tal vez así queden más tiempo en mi retina, en mi cabeza, convirtiéndose en recuerdos frescos y vivos antes incluso de abandonar la casa.

Ya no se escucha el silbido del insecto, ni la hora suena, ni mi corazón siento.








 Ha quedado como un eco el recuerdo de mis pisadas en las losetas bailarinas, el grito ahogado del autillo en la noche y la luz que avasallaba la salita cada mañana.


Cada hoja ahora es un reflejo de lo que fue y el bosque entero se envolverá en una crisálida de viento y horas lentas hasta completar su entera metamorfosis.
El otoño se irá agolpando en el camino, donde los pasos ya no son más que fantasmas de pies mullidos y húmedos.

Si, el verde permanece en mi cabeza porque nunca salió de ella, el árbol que me crece dentro no conoce más estaciones que las del verano de mi corazón y el invierno de tu distancia.

La casa espera que el aire de la ventana la vuelva a tocar suavemente, que la puerta chirríe otra vez para sentirse viva ...  Y mientras las arañas ocupan de nuevo su espacio ella se deja encandilar por el silencio dormido y el deseo latente en su alma de madera.
 



AjC

2 comentarios:

  1. La maison en attente d'une subtile brise que réveille doucement le regard dans sa fenêtre aussi d'un son de sa porte pour y se sentir vivant...
    Pendant que les aragnes prendre à nouveau place ...
    Elle se laisse aimer d'un silence endormi et un désir passionnant dans son âme de bois

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