16 de diciembre de 2016

Blanco al otro lado del río oscuro


Blanco como la niebla blanca,
gélido y silencioso,
de ancas húmedas como el vaho del río
que surgía de la nada.
Su mirada inmóvil se adueñó del aire y por unos instantes mi mano acarició sus crines en la distancia, y sus ojos de caramelo me rozaron el alma.

El agua no cesaba, humeante, como un espejo traicionero que devuelve un reflejo que ya no existe.
Sobre el colchón frío de bosque se detuvo el tiempo
para contar historias que no existen,
para imaginar el hueco que se abre entre los árboles y su sombra pasajera,
entre las aguas que se rifan la orilla.

Él cabalga sin moverse, sintiendo el ánsia vibrar por sus venas
tal vez esperando que el calor se agolpe en el costado para saltar
fuera de la cerca y romper la cuerda que lo une a la tierra.

Y vuelve a mí una y otra vez, en blanco cada noche,
la oscuridad se apacigua con su manto de nube
espesa y leve,
que me destapa y me cubre
los latidos al galope.


AjC